CECILIA SILVEIRA Y SUS PUENTES POÉTICOS
Al subir la marea
los escenarios de la imprudencia
quedan bañados por aguas no benditas.
La embarcación invisible vuelve a su nido,
las gaviotas picotean migas casi piedras,
los niños siguen los pasos de un cangrejo
hacia un lugar inocente.
Solo las olas traen una y otra vez
el eco de un grito indecible,
mientras los cimientos del puente
tiemblan,
ante el anuncio de la llegada de jóvenes verbos sin contaminar.
De Ir
Acompaño una foto de los libros que arropan Ir, el último poemario de Cecilia Silveira. Cuando leí sus textos meses atrás me pareció una poeta con una maravillosa biblioteca interior y cuya poesía se elabora de manera lenta, con pausas y con un gran disfrute del proceso.
Publico en esta entrada los apuntes que tomé sobre su trabajo durante el mes de diciembre de 2018.
Ir,
los puentes poéticos de Cecilia Silveira
Para que la
poesía sea un viaje debe acompañarte sin interferencias y de manera
tranquila. Si existe una poeta que está fuera de la contaminación
de las redes sociales y alejada de la inmediatez su nombre es Cecilia
Silveira. Su nuevo libro de poesía se llama Ir. Ir, llegar y
estar son las tres secciones del poemario. Y en este tránsito
pausado Cecilia Silveira compone sus versos con exquisita
musicalidad.
Mienten mis
manos.
El desplazar se
instala en mi garganta,
no digo casi nada
cierto,
escucho un latido
que huye,
lo sigo,
y el surco que
dibuja en el espacio
me guía.
Los versos de la autora recuerdan esos inicios de Woolf o Duras
cuando componen sus textos a partir del sonido de las olas del mar,
el silencio de las playas desiertas o las sombras de los árboles.
Desde esos paisajes la palabra se transforma en un puente que te
conduce a cuestiones como la muerte, el deseo o el hecho de escribir.
Sus versos se parecen a las naturalezas muertas en la pintura, pero
las suyas están completamente vivas. Además, el ritmo, la cadencia
y la musicalidad de su poesía surgen de manera muy natural tras esa
elaboración tan calmada que la autora nos expresa.
Dejamos el puente
atrás,
gritamos
conjugaciones de un ir común,
y llegamos al
acontecimiento.
Porque un puente
atravesado por el tiempo
es siempre un
disparador de instantes.
Lo veranos, las
dunas, la muerte.
El guardián de
los granos de arena
conoce la
estrategia de las hormigas,
y seduce al aire
en espera de un
paisaje quieto.
Sabe que el
movimiento incita a dudar.
El puente es un
lugar de paso, de cambio, de unión de un lugar a otro, pero también
puede separar, marcharse y abandonar a los caminantes. El puente es
una proyección de deseos e ilusiones, así como un lugar en el que
se pierde aquello que no se es. En definitiva, el puente de Silveira
es un terreno sin tiempo.
y conseguimos
arañar la cáscara que nos niega,
en un terreno sin
tiempo,
donde ya estamos
perdidos.
Elementos
líquidos y marinos están muy presentes en Ir. Encontramos
mareas, olas, corrientes, lluvia, lágrimas o ríos entre los
símbolos de agua de la autora. Así como también aves, insectos y
árboles entre lo inmaterial y lo material de piedras, nidos, juncos,
aire o luz. Sus composiciones son hermosas, plasman sabiduría y
transmiten la paz de los versos que se han escrito con calma y que
luego se han trabajado con lentitud.
Para poder
escribir, se debe leer con profundidad. Es por todo ello que no
sorprende que entre las muchas lecturas de la autora se encuentren
escritores de la talla de Ida Vitale, Idea Vilariño, Inger
Christensen, Tomás Transtromer, Adam Zagajewski, Wislava Szymborska,
Concha García, Sharon Olds o Alejandra Pizarnik.
Se oyen gritos
que llegan.
La entrada a
todos los puentes es una puerta
en la última
habitación del ahora.
Ir es un
gran poema lento, culto y prudente. Un libro para aprender, sentir y
vivir un recorrido. En él Silveira nos muestra su madurez poética
observada desde un instante de transición.
Sólo sé estar
en este instante
y apenas soy
capaz de transmitirlo.
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